¿Gobernar desde el Congreso? I Gerson Julcarima Álvarez*
La candidatura del expresidente Vizcarra al Congreso ha sido interpretada por algunos periodistas como una estrategia para evadir la justicia. La reacción del expresidente ante tales versiones ha sido desvirtuarla anunciando que de ser elegido la primera medida que impulsará será la eliminación de la inmunidad parlamentaria. Pero ¿podría Vizcarra cumplir dicha promesa de campaña, si no lo hizo cuando fue presidente? Esta pregunta se la han formulado un par de periodistas y él ha respondido que no solo esa “reforma”, sino otras que son “necesarias” para el Perú, serían perfectamente viables siempre y cuando Somos Perú consiga una bancada numéricamente significativa. Es decir, el objetivo del expresidente sería participar nuevamente del proceso de gobierno, pero esta vez desde el Congreso.
Cabe entonces la pregunta ¿es viable tal aspiración del expresidente? Considerando nuestra forma de gobierno, la respuesta es afirmativa. En efecto, según la actual Constitución el Congreso posee ciertos poderes que no solo le confieren la capacidad de influir en la formación del gabinete ministerial (el llamado “voto de investidura”), sino también de “remover” los miembros del mismo (los mecanismos de interpelación y censura). Desde una perspectiva formalista, la intervención del Congreso en la orientación del gobierno sería una aberración pues se asume que nuestro sistema es presidencial. Sin embargo, esta última apreciación sería errónea y tanto analistas como políticos deberían reconocer que nuestro diseño institucional corresponde a otra forma de gobierno.
En efecto, más allá de los argumentos para justificar que tenemos “un presidencialismo atenuado”, en términos prácticos los poderes mencionados confieren al Congreso un rol clave en el proceso de gobierno. Por esa razón, recientes estudios clasifican al Perú como un subtipo de semi-presidencialismo: el presidente-parlamentario. La mala noticia es que estas mismas investigaciones revelan que esta forma de gobierno sería la peor de todas ya que es la más proclive a experimentar escenarios de inestabilidad ministerial y confrontación de poderes. El rasgo potencialmente problemático de este sistema radicaría en que la sobrevivencia del gabinete depende tanto del presidente como del Congreso. Así, bajo este diseño institucional, el escenario ideal surgiría cuando un mismo partido controla ambos poderes, mientras que el más incierto emergería cuando dichas instituciones son controladas por fuerzas antagónicas (ver los trabajos de D. Samuels y M. Shugart [2010] o T. Sedelius y J. Linde [2018]).
En ese contexto, la apuesta del expresidente no sería descabellada pues si Somos Perú no gana la presidencia, pero obtiene una bancada numerosa, Vizcarra podría jugar un rol clave en la conformación de los gabinetes. Sin embargo, ¿qué pasaría si una fuerza política antagónica al expresidente gana la presidencia? Considerando la experiencia reciente ya sabemos que podría ocurrir. Por tanto, creo que es conveniente recordar algunas de las sugerencias dadas por la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, las cuales precisamente buscaban cambiar nuestra forma de gobierno. Entre estas tenemos: la eliminación del “voto de investidura”, la aplicación de la censura solo para el gabinete en su conjunto y la realización de las elecciones legislativas luego de las presidenciales (o junto a una eventual segunda vuelta).
La implementación simultánea de estas medidas transformaría prácticamente nuestro sistema en uno presidencial. En efecto, la eliminación del “voto de investidura” y el límite impuesto al mecanismo de censura reducirían significativamente la influencia del Congreso en la formación de los gabinetes; mientras que el aplazamiento de las elecciones legislativas aumentaría la probabilidad de que los presidentes posean mayorías parlamentarias. Este nuevo diseño ciertamente afianzaría la estabilidad de los gobiernos, pero creo que conspiraría contra la institucionalización de los partidos políticos; sin embargo, esto es tópico de otro artículo. Hasta aquí queda claro que urge retomar el debate en torno a las reformas políticas pendientes, más aún cuando es probable que tengamos nuevamente un presidente sin mayoría parlamentaria.
* Investigador del Instituto de Estudios Políticos Andinos y M.A. en Ciencia Política (University of Lethbridge, Canadá)
Publicado 14/02/2021